La labor del psicólogo clínico en
las universidades implica buscar las respuestas a muchos interrogantes acerca
del funcionamiento mental de los seres humanos. Tal cosa encierra, desde
motivar a los pacientes para que escarben en lo más profundo de sus almas,
soportando y entendiendo el dolor que ello produce, hasta estudiar
estadísticamente las variables poblacionales de años ya pasados en contraste
con los de la actualidad.
Por eso, este artículo se propone
extraer, de los datos y la corroboración con la teoría científica, algunas de
las respuestas necesarias para que se comprenda mejor al ser humano que habita una
universidad privada en Bogotá. El recorrido propuesto es entonces visualizar el
comportamiento histórico de los motivos de consulta, desde 1995 hasta el 2007,
y asociar los resultados con la edad y
el género de las personas que asistieron al Servicio de Asesoría Psicológica
desde aquel entonces, hasta hoy.
Lo que más llama la atención es
que de los 1390 pacientes atendidos en estos 12 años, 574 lo hicieron por
reportar “dificultades emocionales”, y otros 286 lo hicieron por tener
“conflictos de pareja”, lo que en últimas implica serios desajustes a nivel
emocional para estas 650 personas. Estos datos nos enfrentan a la realidad de
que el 62% de los asistentes al Servicio lo hicieron por haberse quedado sin
herramientas para afrontar el gran reto que supone estar con el otro de manera
armónica y placentera.
Para sumarle un poco de
complejidad al asunto, los datos muestran que de todas estas personas, el
60% son mujeres, y el 40% son hombres,
lo que nos enfrenta a la pregunta de por qué “ellas” demandan más servicio de
psicología que “ellos”.
Indagando en busca de respuestas
se descubrió que el 85% de los usuarios
del servicio, en los doce años analizados, son adolescentes y adultos jóvenes,
es decir, se encuentran entre los 17 y los 28 años, lo que supone un análisis en
varios niveles. Desde las bases biológicas evolutivas de la especie a la
sofisticación de lo médico y neurológico; desde la perspectiva de la
complementariedad femenina y masculina, hasta los condicionamientos culturales
de cada sociedad. Veamos ahora cada una
de las implicaciones para encontrar las respuestas a las aparentes diferencias
en los datos.
Mujer y Hombre: palabra Vs. Fuerza
La sabiduría popular, voz de los dioses del tiempo,
reconoce unas cuantas diferencias sobre algunos aspectos entre hombres y
mujeres, entre ellos se puede mencionar el hecho de que los hombres no hablan
mucho de lo que les pasa. Según Sinay (s.f.), son pocas las preguntas que abruman
y sofocan a un hombre. En cambio, a las mujeres les queda muy fácil preguntar
“¿qué te pasa?”. Como contraparte, los hombres suelen contestar con una de las
respuestas que despierta más impotencia y rabia en las mujeres: “nada o no sé”.
Se puede observar en la vida cotidiana que las mujeres
se interesan mucho más por estados emocionales que los hombres; esto no quiere
decir que a los hombres nunca les pase nada, al responder de ésta forma
probablemente no están diciendo la verdad, aunque ello no significa que ocultan
la respuesta a propósito.
Estos aspectos diferenciales se pueden relacionar
concretamente con un estado emocional como el “estrés”, ya que una de las
mayores diferencias entre hombres y mujeres es la forma de enfrentar el estrés.
Los hombres suelen concentrarse en sí mismos y se apartan cada vez más, en
cambio las mujeres se sienten cada vez más abrumadas e involucradas
emocionalmente. En tales momentos, la necesidad de sentirse bien de un hombre
es diferente de la de la mujer. Él se siente mejor resolviendo los problemas y
ellas se sienten mejor hablando de ellos (Gray 1992).
Sinay (et. al.), propone dos posibles orígenes a estos
aspectos diferenciadores, y para su explicación se remonta hasta los orígenes
de nuestra especie.
“Cuando la
palabra no existía y los seres humanos nos comunicábamos a través de las
acciones corporales, la mayor masa muscular, el mayor desarrollo físico, la
mayor fuerza de los hombres les permitía ser dueños de la “palabra”. Cuando, el
lenguaje verbal apareció, la palabra se instaló entre nosotros, las mujeres
descubrieron que el lenguaje ingresaba en un estadio en el cual no era
necesario ser más fuertes, más grandes ni más resistentes. Ellas desarrollaron
la palabra en toda su profundidad y extensión, le dieron un valor especial. El
lenguaje de la mujer se hizo amplio y abarcador, y, sobre todo, afectivo. Es
decir, incluyó emociones, sensaciones, deseos y pensamientos”.
Resulta innegable que desde esta premisa la diferencia
entre hombres y mujeres es insalvable, veamos entonces cómo, desde la misma
perspectiva, la explicación puede ser un poco más psicológica.
“Para cumplir con el papel de proveedores,
productores, protectores y competidores eficaces, los hombres aprendieron (o
fueron entrenados) a disociarse de su interioridad: sensaciones, sentimientos,
pensamientos abstractos. Todo eso distrae, “debilita”, es “blando”. Los hace
vulnerables. Es, en fin, “cosa de mujeres”. Al cabo de varias generaciones, los
hombres acabaron por desconocer ese espacio de ellos mismos por ignorar las
palabras con las cuales describirlo o transmitirlo. Carecieron (y aún carecen)
de modelos propios en aspectos, es decir, modelos transmitidos por otros varones
a lo largo de su formación”.
La consulta y el tratamiento psicológico se basan
única y exclusivamente en el lenguaje, en la palabra; con lo cual se puede explicar
que sean más las mujeres que acuden al Servicio de Asesoría Psicológica. El
secreto, según los evolucionistas está en el componente de manejo y uso de la
palabra para poder expresar las emociones, sensaciones o conflictos a nivel
interno. A los hombres, a pesar de no poseer dicha habilidad como las mujeres,
también los inhibe de acudir a consulta psicológica el hecho de sentirse
vulnerables, débiles y blandos.
Cuando un hombre se siente perturbado nunca habla de
lo que le está molestando. Es muy poco probable que haga que otro hombre cargue
con su problema, a menos que la asistencia de su amigo resultase necesaria para
darle solución a su problema. Por el contrario, se torna muy silencioso y se
mete en su cueva privada para pensar en su problema y meditar a fin de
descubrir una solución. Cuando la encuentra, se siente mucho mejor y sale de su
cueva (Gray 1992).
Esta visión logra abarcar algunas de las cualidades
más predominantes para hombre y mujeres. Sin embargo, es posible entender el
problema que nos convoca desde otras miradas, que poco a poco, van
estructurando respuestas más adecuadas.
Cerebro Masculino y Cerebro Femenino
A pesar de que son muchísimos los aspectos que diferencian
a los hombres de las mujeres, la ciencia médica, en ocasiones, ha llegado a
tratar a las mujeres como si fueran hombres más pequeños, a veces sin darse
cuenta de que el sexo confiere muchas más diferencias que las relacionadas con
la reproducción. Al contrario de la premisa feminista de que la mujer puede
hacer todo lo que el hombre hace, la ciencia actual está demostrando que las
mujeres pueden hacer algunas cosas mejor, y que poseen muchas ventajas
biológicas y cognitivas sobre los hombres (Sagan 1998).
Sagan, (1998) refiere que una de las diferencias menos
visibles, aunque con un aspecto teórico importante, es la diferencia de tamaño
de las conexiones entre los dos hemisferios cerebrales, siendo en la mujeres
más amplias que en los hombres, con lo que se da a entender que los hemisferios
de las mujeres son menos especializados: con esto se supone que un golpe que
lesione el lado izquierdo del cerebro hace que el hombre pierda casi totalmente
su capacidad de habla, mientras que en la mujer, el mismo daño cerebral es
mucho menos perjudicial, puesto que utiliza ambos lados para el lenguaje.
En este sentido, la discusión se abre en torno a qué
es lo que diferencia cognitivamente la forma de respuesta de hombres y mujeres,
ante los problemas psicológicos, pero esta perspectiva profundiza es en las
diferentes vías de resolución, lo que desvía un poco el camino de encontrar que
hombres y mujeres puedan acudir al Servicio de Asesoría Psicológica por igual,
en pro de conocimiento de ellos mismos.
Ánima y Ánimus: Complemento Hombre – Mujer
Jung, psiquiatra de inicios del
siglo XIX, sostenía la idea
controvertida de que todos tenemos cualidades masculinas y femeninas, y que las
personas totalmente desarrolladas de cada sexo, asumen las cualidades opuestas
para integrarlas en sí mismo y expresarlas en su comportamiento.
El ánima es el aspecto femenino presente en el inconsciente
colectivo de los hombres, asociada con
la emocionalidad profunda y con la fuerza de la vida misma y el ánimus
es el aspecto masculino presente en el inconsciente colectivo de las mujeres, asociado con la racionalidad,
la argumentación y la lógica. La mayor expresión de esta
complementariedad femenina y masculina, esta en la experiencia emocional, en la cual existe
la búsqueda de “otra mitad” que se ajuste al ánima o al ánimus.
Esto significa que para los hombres la prevalencia en sus acciones,
será racional y argumentativa y para las mujeres emocional y vital, que generan
las posiciones sobre las cuales
gira la experiencia y la relación con el mundo.
Para Jung ( ), ambos sexos poseían cualidades deseables
e indeseables. Las mujeres ejemplifican la crianza y la orientación a las
personas, mientras los hombres son solucionadores de problemas, orientados
hacia la realidad. Lo importante es que cada persona tiene las cualidades
deseables de ambos sexos en su naturaleza. Sin embargo la prevalencia emocional
y racional de la condición femenina y masculina, hace que el afrontamiento de
algunas situaciones vitales, implique niveles de dificultad, lo que limita el
funcionamiento del ánima y el ánimus, con la pérdida resultante de la
sensibilidad, vitalidad y flexibilidad.
Las cualidades del sexo opuesto
presentes en hombres y mujeres son
contrarias al papel establecido y reforzado por la sociedad, por esta razón son
negadas y se mantienen en la sombra. Dentro del proceso de individuación, un
hombre puede ser consciente y expresar sus rasgos de ánima y una mujer sus rasgos de ánimus,
las que generalmente se encuentran en conflicto con nuestro concepto del yo y
son parte esencial de la verdadera naturaleza del individuo.
Con este panorama, ya es
conveniente abordar al hombre y la mujer del Politécnico Grancolombiano, desde
su esencialidad y desde el comportamiento de las estadísticas de atención en
Asesoría Psicológica. Con esto se llegará a proponer un nuevo modelo de ser
humano, más completo y capacitado para hacer frente a los problemas de la vida
diaria.
Hombre y Mujer
En un mundo fragmentado, poco
solidario y cada vez más exigente, el ser humano necesita hacerse más
competente, y especializarse en resolución de problemas muy elaborados, con sí
mismo y con los demás. Tales cosas suponen que cada ser humano logre hacer la
perfecta unión entre sus potencialidades masculinas y femeninas, en el sentido
de ser a la vez fuertes y sensibles, inteligentes y perspicaces, prácticos y
trascendentes, concretos y reflexivos, concientes de sí mismos y de sus
situaciones vitales.
La división tajante y excluyente
de lo femenino y lo masculino ya ha demostrado ser inoperante. El mundo está
cansado de hombres machistas e inflexibles y de mujeres sensibleras y débiles.
No necesita que sean iguales, ni que batallen por la diferencia, sino que se
complementen y se potencien en lo diferente de sus caminos y estrategias.
Por eso, el universitario actual
debe entender que existen muchas formas de asumir la vida, que en la
multiplicidad y en la adaptabilidad de las potencialidades está el secreto de
una vida armónica y coherente.
La teoría, y los datos
estadísticos del Servicio de Asesoría Psicológica avalan que la fragmentación
de la sociedad está dada por simples ideas y representaciones que se sustentan y
refuerzan con cada práctica cultural, sea machista o feminista, lo que pone a
unos a luchar en contra de los otros, a profundizar la diferencia en lugar de
promover la semejanza y las nuevas construcciones de sentido.
En este sentido, el hombre debe
encarnar el engrane entre la racionalidad y la emocionalidad, debe poder
reconocer lo que siente y lo que piensa y poder traducirlo coherentemente en lo
que hace. Debe olvidarse de la existencia de lo femenino como dos mundos
separados.
Como complemento la mujer debe
elaborar formas de canalización de lo emocional que le den la capacidad de
encontrar soluciones rápidamente. Debe reconocerse, no como diferente ni como
igual, sino como complemento necesario del otro, como ser activo para el
mejoramiento de sí misma y de los otros.
En conclusión, el Politécnico
necesita de hombres y mujeres que se puedan comprometer con su desarrollo, ya
no desde su género como una variable excluyente, sino como marca de
autenticidad que los provee de recursos únicos para salir de los problemas.
Referencias
Dicaprio, A. (1994): Teorías de la
personalidad. McGraw hill. México
Gray, J. (1992): Los hombres son
de Marte y las mujeres de Venus. Océano. México
Sagan, D. (1998): ¿Por qué no son
hombres las mujeres? En Revista Summa No. 135.
Ed.
52. Mes de Septiembre. Colombia.
Sinay, S. (1991): Misterios
masculinos que las mujeres no comprenden. Océano. México.
Autor
Justo Andrés Mesa Ortiz
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