Diplomado Orientación Educativa

martes, 28 de febrero de 2012

TABÚ Y EDUCACIÓN LOS ORÍGENES DE LA MEDIOCRIDAD ADAPTATIVA VOLUNTARIA


TABÚ Y EDUCACIÓN
LOS ORÍGENES DE LA MEDIOCRIDAD ADAPTATIVA VOLUNTARIA

Resumen
El artículo presenta un análisis acerca de la dificultad que muchas personas, pertenecientes a instituciones educativas, tienen para pensar y analizar reflexivamente la realidad. Por medio de un recorrido por los orígenes del pensamiento, el autor expone el concepto de mediocridad adaptativa voluntaria como una “enfermedad”, que se contagia por prácticas sustentadas socialmente en diferentes contextos, y la propone como una forma facilista de regresar al vientre materno, donde todo era gratuito y no se percibía el estado de necesidad.

Abstract
The article presents an analysis about the difficulty that many people, belonging to educational institutions, have for to think and to analyze thoughtfully the reality.  Through the study of the origins of the thought, the author exposes the concept of voluntary adaptive mediocrity as an "illness”, which is infected for practices supported socially in different contexts, and he proposes it like an easy form to return to the maternal womb, where all was free and not perceived the state of need. 

Palabras Claves: Tabú, pensamiento, mediocridad.


INTRODUCCIÓN

En un mundo donde el tiempo para pensar ha perdido su valor fundamental, y en donde las ligazones que lo ataban a la utilidad se han diluido a cuenta de teorías y paradigmas unívocos y condenatorios, no es de extrañar que ya no nos tomemos el tiempo para reflexionar y analizar. Cualquier construcción más allá de los límites, y que exija por lo mínimo un instante de reflexión, queda condenada a las clasificaciones postmodernistas que no dicen nada, y estratificada en niveles que cada persona, en su interior, considera inalcanzables e inentendibles.

Es esta una situación tan cómoda que hasta pasa desapercibida, es más fácil para alguien decir “no entiendo”, que consagrar su ánimo y sus energías en la comprensión y utilización del pensamiento; pero al mismo tiempo, es tan bien vista y tan aceptada esta no utilización de las capacidades, que a veces hasta los mismos maestros premian tales conductas y se insertan en el círculo económico y relajado del no enseñar a pensar.

Por eso, mediante el recorrido por los orígenes y necesidades que promovieron el desarrollo del pensamiento y su asociación con la capacidad prohibitiva del Tabú, nos insertaremos en ciertas dinámicas educativas actuales que lo sustentan, y veremos cómo para algunos grupos de personas es prohibido pensar; analizaremos también las ganancias secundarias de esa nueva estructura clínica pululante en las aulas: “la mediocridad adaptativa voluntaria”, las situaciones que refuerzan y posibilitan su contagio, y los resultados evolutivos a los que han conducido generaciones y generaciones de contagiados. Iniciemos pues el recorrido desde el pensamiento.

LA NECESIDAD DE PENSAR
Son innumerables los autores que definen al pensamiento como una de las formas de adaptación y desarrollo más especializadas del ser humano, algunos aseguran que lo que nos diferencia de los animales es esa capacidad de reflexionar y analizar situaciones, incluso sin estar físicamente en ellas. Es tanto el volumen y el peso de nuestra neo-corteza cerebral, en comparación con nuestro cuerpo, que en un tiempo se asoció el tamaño del cráneo con la inteligencia del sujeto. En fin, por siglos y siglos la humanidad se ha vanagloriado de su posibilidad de “pensar” que hoy parece increíble la observación de que en ciertos grupos, y en ciertas circunstancias vitales para el desarrollo, está cayendo en desuso aceleradamente. Insertémonos entonces en los orígenes y veamos cómo surge la necesidad de pensar.

Cuando nacemos, pasamos de un estado de grata pasividad uterina a un seco mundo de luz que no nos provee lo necesario sin realizar alguna acción. En el vientre materno todo funciona automáticamente y los mecanismos corporales conectados al cordón umbilical se encargan de alimentar, nutrir y evacuar al instante, evitando que el sujeto perciba alguna sensación desagradable. En el mundo de afuera, ya no estamos conectados a una madre dispensadora y gratificante por demás, sino que la tenemos que ganar; mediante llamados en llanto, pataletas y ruidos debemos hacer que el dispensador de placer regrese a nosotros a atender las necesidades, solo así aseguraremos la supervivencia.

Cuando algunas capas de neuronas ya se han mielinizado, es decir, transmiten y se conectan con otras más rápido, estamos preparados para empezar a desarrollar el potencial del pensamiento; estamos preparados para pensar, y la circunstancia que activa el funcionamiento es la “necesidad”.

El lapso de tiempo entre el llanto del bebé y la llegada de la madre es muy variable, a veces la madre está muy cerca y dispuesta, otras veces está lejos o cansada, lo cierto es que en ese instante que se demora en atender la necesidad del bebé para que no llore más, al niño le toca recurrir a la  “satisfacción  imaginativa del objeto”, o sea, debe imaginarse que ya llegó y que ya se calmó, evitando la angustia y el displacer (Winnicott, 1949).

Vemos entonces cómo uno de los primeros  procesos es el Pensamiento Imaginativo, la creación de imágenes mentales que sirven a la adaptación del sujeto a un mundo gratificante que a veces lo premia, a un mundo indiferente que a veces se demora, y a un mundo negligente que a veces no lo hace.

Es entonces el advenimiento de una frustración y el apremio de la realidad lo que nos mueve, en un principio, a utilizar las capacidades adquiridas biológicamente, para obtener frutos en la vida real. Es así como poco a poco, a lo largo del desarrollo, el pensamiento imaginativo se va combinando con la formación de conceptos.

Algunos maestros intentan despertar en el estudiante el gusto por la reflexión  y la crítica utilizando la dosificación controlada de frustraciones y castigos, pero ni así ven resultados, y es masivo el problema, lo que requiere un análisis más cultural y social, además de revisar el concepto de aprendizaje y de educación actual, pues aún hoy se encuentran prácticas educativas en donde no se tiene en cuenta la posibilidad del pensamiento, sino la operación y abuso de la memoria. La acumulación de información es necesaria para funcionar bajo hipótesis correctas, pero no supone un desarrollo en sí mismo el hecho absorber información del medio, y devolverla cuando la pidan, si no es atravesada por un procesamiento y juicio crítico.

Al parecer, vivimos en un sistema de pensamiento tal, que los que se atrevieran a objetar algo quedan inmediatamente sometidos a una interpretación totalitaria y separatista. En lugar de existir argumentos y discutir razonamientos se reduce el pensamiento y el aprendizaje a un “juicio de pertenencia al otro”, es decir, a una acumulación sistemática de datos repetidos de memoria, que solo implica aceptación pasiva y adherencia. (Zuleta, 1994).
Analicemos entonces  qué es lo que podría estar inhibiendo el despliegue de las funciones psíquicas superiores en grupos de estudiantes en la actualidad.

PENSAMIENTO Y TABÚ
Tabú es una palabra polinesia que por un lado significa “sagrado y santificado”, y por otro, “ominoso, peligroso, prohibido e impuro”; que implica horror sagrado y prohíbe por sí mismo, es decir, que sus prohibiciones carecen de toda fundamentación y son de origen desconocido. La potencia del tabú es entonces que parece cosa natural, indubitable y necesaria para vivir correctamente.

Para comprender cómo se está insertando la prohibición en algunos círculos universitarios y académicos en necesario que analicemos las dinámicas y las exigencias que tienen hoy los jóvenes.

Vivimos en una era de interactividad e imágenes, los grandes oráculos responden haciendo un “clic”, y poco a poco se va sintiendo cómo, en el imaginario de la gente, se empiezan a oponer dos competencias del aprendizaje y la vida: por un lado está la competencia sensitiva inmediata que es estimulante y placentera (pensamiento imaginativo); por otro lado está lo analítico y reflexivo que es demandante y exige más tiempo (conceptos y metacognición).

Padres y profesores discuten cómo algunos jóvenes sobrecargan su capacidad de procesamiento realizando varias labores al mismo tiempo, y eligen pensar en imágenes interactivas y estimulantes para todos los sentidos, por lo que volver a lo reflexivo y analítico podría parecerles aburrido y complicado.

La facilidad de acceso e inmediatez de las respuestas ha empezado a crear un círculo veloz en donde la reflexión profunda queda afuera, y el tiempo que se tomaba antes para llegar a ella, es hoy tiempo libre que debe ser llenado con más acciones.

Los padres hacen que  los niños saturen sus vacaciones de cosas y cosas para que “hagan algo”; algunos maestros, viendo la llegada de una semana libre se apresuran a poner trabajos y tareas, para que “hagan algo”. Pero ¿acaso esto hace pensar a los jóvenes realmente?, o más bien se configura como una persecución al tiempo libre. Pensar es una actividad compleja, que exige tiempo y circunstancias externas muy propicias.

Ya casi no se permite analizar, un tiempo de silencio y quietud es fácilmente interpretado como pereza u ocio: en muchos contextos, reforzados desde la familia y el colegio se condena el “no hacer” y se cae por inercia en un activismo automático, y sin sentido, de “hacer” para salir del aburrimiento. Padres de familia, profesores, compañeros de trabajo, medios de comunicación y la sociedad en general sacralizan el activismo consumista y convencen a las masas de que demorarse un poco pensando es reflejo de pereza e inactividad; en ningún momento asocian la reflexión con generación de pensamiento ni con actividad mental productiva. Por eso pensar ha pasado a un segundo plano, porque exige tiempo, concentración y voluntad; ha caído vencido, y se ha escindido indiscutiblemente del sentir.

Este imperio de los sentidos ha subrayado su papel en los últimos tiempos, y si bien la competencia sensitiva es esencial para el futuro, no se debe dejar de lado ni lo sensorial estimulante, ni lo analítico reflexivo; en la correcta combinación de estos dos tipos de procesamiento mental, puede residir el éxito académico y laboral.

El éxito social es otro asunto que debe ser analizado teniendo en cuenta la coyuntura social y el medio ambiente en que se mueven los sujetos, pues es bien sabido que en algunos círculos estudiantiles se sustenta la idea de que el que reflexiona y responde académicamente, es un ñoño aburrido y solitario.

Sin duda pueden existir casos en que esto sea así, pues los consensos sociales son poderosos por ser reflejos, un  poco caricaturizados, de la realidad, pero lo cierto es que este estigma, impuesto socialmente al estudioso, puede estar inhibiendo el desempeño de muchos jóvenes, que queriendo pertenecer a un grupo social grande para ser aceptados y reconocidos en su medio, eligen ser o parecer vagos, en detrimento de la capacidad de pensar y analizar.
                                                                                                                              
Estamos ahora frente a las dos expresiones Tabú, de la prohibición de pensar: no hacerlo porque es sagrado, elevadísimo, reservado para grandes sabios, e inaccesible para simples legos como nosotros. Por otro lado, no hacerlo porque es prohibido ser un ñoño, es malo aparecer de lado del profesor,  es peligroso que grupos sociales vean que estoy leyendo con interés, lo que ellos denigran como inservible.
Semejantes representaciones solo llevan a un resultado:

LA MEDIOCRIDAD COMO ENFERMEDAD SOCIAL

El fruto de la prohibición es entonces la inhibición voluntaria de las capacidades del pensamiento, hacer más “play” y aceptable socialmente al vago que al que no lo es. En palabras de Kant (1785), nos enfrentamos a una falta de decisión y valor para servirnos por nosotros mismos del pensamiento, sin necesitar la guía de otro

Por eso, vemos con tristeza cómo la pereza y la cobardía de una gran parte de los hombres hace que se acomoden a lo que les dicen y les dan. Es tan cómodo ser un niño en la cuna a quien le dan todo sin hacer nada. Si tengo un libro que piensa por mí, un profesor que me dice que pensar del libro, un amigo que me dice que pensar del profesor, un director espiritual que reemplaza mi conciencia moral, entonces no necesito esforzarme. Si puedo pagar, no tengo necesidad de pensar: otro asumirá por mí tan fastidiosa tarea.

En algunos círculos, se anhela una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte; por lo tanto también sin carencias y sin deseo. Un océano de mermelada sagrada. En vez de desear un sociedad en donde sea realizable y necesario pensar y trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida. (Zuleta, 1994).

He aquí que deseamos habernos quedado en esas etapas iniciales del desarrollo en donde solo existíamos y ya teníamos lo que queríamos; sin esfuerzo, sin llanto, sin pensamiento. Otras personas se han quedado solo en el “llanto”, esperando que con eso venga la mamá dispensador, o el profesor calificador a dar sin más. 

A veces parecemos animales domésticos entontecidos, que no nos procuramos ni un paso sin las andaderas que voluntariamente hemos aceptado por comodidad. Hasta Kant (1784) escuchaba exclamar por doquier: ¡No razonéis! El profesor dice: ¡no pregunte, copie! El oficial dice: ¡No razone, adiéstrese! El funcionario de hacienda dice: ¡No razone, pague! Y el sacerdote dice: ¡No razone, tenga fe!

Sí, definitivamente es más fácil y tranquilizante vegetar en la comodidad de los dogmas y las doctrinas que solo requieren memoria. La comodidad del no pensar, consiste en la supresión de la indecisión y la duda. Esta peligrosa quimera se basa en palabras sagradas, infalibles, incuestionables y cerradas que ahorran la angustia y el vértigo de las preguntas. Pero entonces ¿aquella evolución y diferenciación que tanto hacemos con los animales es solo una ficción antropocentrista?

Cualquier perro, con los refuerzos adecuados es capaz de hacer lo que el entrenador le mande, cualquier alumno es susceptible de repetir lo que su maestro le diga. Ese es el paraíso de la facilidad, buscar un amo que nos haga su vasallo, anhelar o esperar el encuentro de alguien que nos libere de una vez y nos encadene a la seguridad de evitar la angustia de la razón.

Este es entonces el panorama de ciertos grupos humanos, que al generar prácticas sociales específicas para sustentar modos de vida particulares, han esparcido la semilla de la mediocridad facilista, la cultura del atajo, y condicionado que hoy  se vulnere el sistema educativo desde muchos lados. La realidad de la Mediocridad Adaptativa Voluntaria nos toca diariamente, pues nunca una enfermedad había garantizado tantas ganancias  secundarias: éxito social en algunos círculos, y pasar por la vida sin esfuerzo; Por fin nos inventamos la forma de volver al anhelado vientre materno, a costa de nuestra humanidad.



REFERENCIAS


Kant, E. (1784): Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la ilustración?

Winnicott, D. (1949): La preocupación maternal primaria. Escritos de pediatría.
Paidós. Buenos Aires

Zuleta, E. (1994): Elogio de la dificultad. Fundación Estanislao Zuleta. Bogotá

HOMBRES, MUJERES Y DIFICULTADES EMOCIONALES




La labor del psicólogo clínico en las universidades implica buscar las respuestas a muchos interrogantes acerca del funcionamiento mental de los seres humanos. Tal cosa encierra, desde motivar a los pacientes para que escarben en lo más profundo de sus almas, soportando y entendiendo el dolor que ello produce, hasta estudiar estadísticamente las variables poblacionales de años ya pasados en contraste con los de la actualidad.
Por eso, este artículo se propone extraer, de los datos y la corroboración con la teoría científica, algunas de las respuestas necesarias para que se comprenda mejor al ser humano que habita una universidad privada en Bogotá. El recorrido propuesto es entonces visualizar el comportamiento histórico de los motivos de consulta, desde 1995 hasta el 2007, y asociar los resultados con  la edad y el género de las personas que asistieron al Servicio de Asesoría Psicológica desde aquel entonces, hasta hoy.
Lo que más llama la atención es que de los 1390 pacientes atendidos en estos 12 años, 574 lo hicieron por reportar “dificultades emocionales”, y otros 286 lo hicieron por tener “conflictos de pareja”, lo que en últimas implica serios desajustes a nivel emocional para estas 650 personas. Estos datos nos enfrentan a la realidad de que el 62% de los asistentes al Servicio lo hicieron por haberse quedado sin herramientas para afrontar el gran reto que supone estar con el otro de manera armónica y placentera.
Para sumarle un poco de complejidad al asunto, los datos muestran que de todas estas personas, el 60%  son mujeres, y el 40% son hombres, lo que nos enfrenta a la pregunta de por qué “ellas” demandan más servicio de psicología que “ellos”.
Indagando en busca de respuestas se  descubrió que el 85% de los usuarios del servicio, en los doce años analizados, son adolescentes y adultos jóvenes, es decir, se encuentran entre los 17 y los 28 años, lo que supone un análisis en varios niveles. Desde las bases biológicas evolutivas de la especie a la sofisticación de lo médico y neurológico; desde la perspectiva de la complementariedad femenina y masculina, hasta los condicionamientos culturales de cada sociedad.  Veamos ahora cada una de las implicaciones para encontrar las respuestas a las aparentes diferencias en los datos.

Mujer y Hombre: palabra Vs. Fuerza    

La sabiduría popular, voz de los dioses del tiempo, reconoce unas cuantas diferencias sobre algunos aspectos entre hombres y mujeres, entre ellos se puede mencionar el hecho de que los hombres no hablan mucho de lo que les pasa. Según Sinay (s.f.), son pocas las preguntas que abruman y sofocan a un hombre. En cambio, a las mujeres les queda muy fácil preguntar “¿qué te pasa?”. Como contraparte, los hombres suelen contestar con una de las respuestas que despierta más impotencia y rabia en las mujeres: “nada o no sé”.
Se puede observar en la vida cotidiana que las mujeres se interesan mucho más por estados emocionales que los hombres; esto no quiere decir que a los hombres nunca les pase nada, al responder de ésta forma probablemente no están diciendo la verdad, aunque ello no significa que ocultan la respuesta a propósito.
Estos aspectos diferenciales se pueden relacionar concretamente con un estado emocional como el “estrés”, ya que una de las mayores diferencias entre hombres y mujeres es la forma de enfrentar el estrés. Los hombres suelen concentrarse en sí mismos y se apartan cada vez más, en cambio las mujeres se sienten cada vez más abrumadas e involucradas emocionalmente. En tales momentos, la necesidad de sentirse bien de un hombre es diferente de la de la mujer. Él se siente mejor resolviendo los problemas y ellas se sienten mejor hablando de ellos (Gray 1992).
Sinay (et. al.), propone dos posibles orígenes a estos aspectos diferenciadores, y para su explicación se remonta hasta los orígenes de nuestra especie.
Cuando la palabra no existía y los seres humanos nos comunicábamos a través de las acciones corporales, la mayor masa muscular, el mayor desarrollo físico, la mayor fuerza de los hombres les permitía ser dueños de la “palabra”. Cuando, el lenguaje verbal apareció, la palabra se instaló entre nosotros, las mujeres descubrieron que el lenguaje ingresaba en un estadio en el cual no era necesario ser más fuertes, más grandes ni más resistentes. Ellas desarrollaron la palabra en toda su profundidad y extensión, le dieron un valor especial. El lenguaje de la mujer se hizo amplio y abarcador, y, sobre todo, afectivo. Es decir, incluyó emociones, sensaciones, deseos y pensamientos”.
Resulta innegable que desde esta premisa la diferencia entre hombres y mujeres es insalvable, veamos entonces cómo, desde la misma perspectiva, la explicación puede ser un poco más psicológica.
“Para cumplir con el papel de proveedores, productores, protectores y competidores eficaces, los hombres aprendieron (o fueron entrenados) a disociarse de su interioridad: sensaciones, sentimientos, pensamientos abstractos. Todo eso distrae, “debilita”, es “blando”. Los hace vulnerables. Es, en fin, “cosa de mujeres”. Al cabo de varias generaciones, los hombres acabaron por desconocer ese espacio de ellos mismos por ignorar las palabras con las cuales describirlo o transmitirlo. Carecieron (y aún carecen) de modelos propios en aspectos, es decir, modelos transmitidos por otros varones a lo largo de su formación”.         
La consulta y el tratamiento psicológico se basan única y exclusivamente en el lenguaje, en la palabra; con lo cual se puede explicar que sean más las mujeres que acuden al Servicio de Asesoría Psicológica. El secreto, según los evolucionistas está en el componente de manejo y uso de la palabra para poder expresar las emociones, sensaciones o conflictos a nivel interno. A los hombres, a pesar de no poseer dicha habilidad como las mujeres, también los inhibe de acudir a consulta psicológica el hecho de sentirse vulnerables, débiles y blandos.    
Cuando un hombre se siente perturbado nunca habla de lo que le está molestando. Es muy poco probable que haga que otro hombre cargue con su problema, a menos que la asistencia de su amigo resultase necesaria para darle solución a su problema. Por el contrario, se torna muy silencioso y se mete en su cueva privada para pensar en su problema y meditar a fin de descubrir una solución. Cuando la encuentra, se siente mucho mejor y sale de su cueva (Gray 1992).
Esta visión logra abarcar algunas de las cualidades más predominantes para hombre y mujeres. Sin embargo, es posible entender el problema que nos convoca desde otras miradas, que poco a poco, van estructurando respuestas más adecuadas.

Cerebro Masculino y Cerebro Femenino

A pesar de que son muchísimos los aspectos que diferencian a los hombres de las mujeres, la ciencia médica, en ocasiones, ha llegado a tratar a las mujeres como si fueran hombres más pequeños, a veces sin darse cuenta de que el sexo confiere muchas más diferencias que las relacionadas con la reproducción. Al contrario de la premisa feminista de que la mujer puede hacer todo lo que el hombre hace, la ciencia actual está demostrando que las mujeres pueden hacer algunas cosas mejor, y que poseen muchas ventajas biológicas y cognitivas sobre los hombres (Sagan 1998). 
Sagan, (1998) refiere que una de las diferencias menos visibles, aunque con un aspecto teórico importante, es la diferencia de tamaño de las conexiones entre los dos hemisferios cerebrales, siendo en la mujeres más amplias que en los hombres, con lo que se da a entender que los hemisferios de las mujeres son menos especializados: con esto se supone que un golpe que lesione el lado izquierdo del cerebro hace que el hombre pierda casi totalmente su capacidad de habla, mientras que en la mujer, el mismo daño cerebral es mucho menos perjudicial, puesto que utiliza ambos lados para el lenguaje.  
En este sentido, la discusión se abre en torno a qué es lo que diferencia cognitivamente la forma de respuesta de hombres y mujeres, ante los problemas psicológicos, pero esta perspectiva profundiza es en las diferentes vías de resolución, lo que desvía un poco el camino de encontrar que hombres y mujeres puedan acudir al Servicio de Asesoría Psicológica por igual, en pro de conocimiento de ellos mismos.          

Ánima y Ánimus: Complemento Hombre – Mujer

Jung, psiquiatra de inicios del siglo XIX,  sostenía la idea controvertida de que todos tenemos cualidades masculinas y femeninas, y que las personas totalmente desarrolladas de cada sexo, asumen las cualidades opuestas para integrarlas en sí mismo y expresarlas en su comportamiento.
El ánima es el aspecto femenino presente en el inconsciente colectivo  de los hombres, asociada con la emocionalidad profunda y con la fuerza de la vida misma  y el ánimus es el aspecto masculino presente en el inconsciente colectivo  de las mujeres, asociado con la racionalidad, la argumentación y la lógica. La mayor expresión de  esta  complementariedad femenina y masculina, esta en  la experiencia emocional, en la cual existe la búsqueda de “otra mitad” que se ajuste al ánima o al ánimus.
Esto significa que para  los hombres la prevalencia en sus acciones, será racional y argumentativa y para las mujeres emocional y vital,  que generan  las posiciones  sobre las cuales gira la experiencia y la relación con el mundo.
Para Jung (   ), ambos sexos poseían cualidades deseables e indeseables. Las mujeres ejemplifican la crianza y la orientación a las personas, mientras los hombres son solucionadores de problemas, orientados hacia la realidad. Lo importante es que cada persona tiene las cualidades deseables de ambos sexos en su naturaleza. Sin embargo la prevalencia emocional y racional de la condición femenina y masculina, hace que el afrontamiento de algunas situaciones vitales, implique niveles de dificultad, lo que limita el funcionamiento del ánima y el ánimus, con la pérdida resultante de la sensibilidad, vitalidad y flexibilidad.
Las cualidades del sexo opuesto presentes en hombres  y mujeres son contrarias al papel establecido y reforzado por la sociedad, por esta razón son negadas y se mantienen en la sombra. Dentro del proceso de individuación, un hombre puede ser consciente y expresar sus rasgos de ánima y una mujer sus rasgos de ánimus, las que generalmente se encuentran en conflicto con nuestro concepto del yo y son parte esencial de la verdadera naturaleza del individuo.
Con este panorama, ya es conveniente abordar al hombre y la mujer del Politécnico Grancolombiano, desde su esencialidad y desde el comportamiento de las estadísticas de atención en Asesoría Psicológica. Con esto se llegará a proponer un nuevo modelo de ser humano, más completo y capacitado para hacer frente a los problemas de la vida diaria.

Hombre  y Mujer

En un mundo fragmentado, poco solidario y cada vez más exigente, el ser humano necesita hacerse más competente, y especializarse en resolución de problemas muy elaborados, con sí mismo y con los demás. Tales cosas suponen que cada ser humano logre hacer la perfecta unión entre sus potencialidades masculinas y femeninas, en el sentido de ser a la vez fuertes y sensibles, inteligentes y perspicaces, prácticos y trascendentes, concretos y reflexivos, concientes de sí mismos y de sus situaciones vitales.
La división tajante y excluyente de lo femenino y lo masculino ya ha demostrado ser inoperante. El mundo está cansado de hombres machistas e inflexibles y de mujeres sensibleras y débiles. No necesita que sean iguales, ni que batallen por la diferencia, sino que se complementen y se potencien en lo diferente de sus caminos  y estrategias.
Por eso, el universitario actual debe entender que existen muchas formas de asumir la vida, que en la multiplicidad y en la adaptabilidad de las potencialidades está el secreto de una vida armónica y coherente.
La teoría, y los datos estadísticos del Servicio de Asesoría Psicológica avalan que la fragmentación de la sociedad está dada por simples ideas y representaciones que se sustentan y refuerzan con cada práctica cultural, sea machista o feminista, lo que pone a unos a luchar en contra de los otros, a profundizar la diferencia en lugar de promover la semejanza y las nuevas construcciones de sentido.
En este sentido, el hombre debe encarnar el engrane entre la racionalidad y la emocionalidad, debe poder reconocer lo que siente y lo que piensa y poder traducirlo coherentemente en lo que hace. Debe olvidarse de la existencia de lo femenino como dos mundos separados.
Como complemento la mujer debe elaborar formas de canalización de lo emocional que le den la capacidad de encontrar soluciones rápidamente. Debe reconocerse, no como diferente ni como igual, sino como complemento necesario del otro, como ser activo para el mejoramiento de sí misma y de los otros.
En conclusión, el Politécnico necesita de hombres y mujeres que se puedan comprometer con su desarrollo, ya no desde su género como una variable excluyente, sino como marca de autenticidad que los provee de recursos únicos para salir de los problemas.

Referencias

Dicaprio, A. (1994): Teorías de la personalidad. McGraw hill. México
Gray, J. (1992): Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus. Océano. México
Sagan, D. (1998): ¿Por qué no son hombres las mujeres? En Revista Summa No. 135.
Ed. 52. Mes de Septiembre. Colombia.
Sinay, S. (1991): Misterios masculinos que las mujeres no comprenden. Océano. México.


Autor

Justo Andrés Mesa Ortiz








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